Por Néstor J. Saldívar
Recientemente, la agencia de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos (U.S. Citizenship and Immigration Services – USCIS) publicó un memorando que marca un giro importante en la manera en que se evalúa uno de los requisitos más sensibles y decisivos para quienes buscan convertirse en ciudadanos estadounidenses: el buen carácter moral (good moral character). Este memorando, fechado el 15 de agosto de 2025, establece un enfoque mucho más riguroso y holístico al momento de decidir si una persona cumple con esta condición esencial.
Tradicionalmente, demostrar buen carácter moral se entendía de manera más objetiva. Bastaba con no haber cometido ciertos delitos o no haber incurrido en causales expresas de descalificación que aparecen en la ley de inmigración, como el fraude, el tráfico de drogas o la comisión de delitos graves. La interpretación que predominó por décadas fue una especie de lista de control: mientras el solicitante no estuviera en una de esas categorías prohibidas, se consideraba que cumplía con el requisito.
Ahora, sin embargo, la nueva política de USCIS va mucho más allá. El memorando enfatiza que el buen carácter moral no es solamente la ausencia de faltas, sino la demostración activa de una vida alineada con las normas sociales y cívicas del país. Dicho de otra forma, no basta con no haber hecho lo malo, también hay que probar que se hace lo correcto. Se valoran elementos como el cumplimiento de las obligaciones tributarias, la estabilidad laboral, la participación comunitaria, la responsabilidad familiar, la educación alcanzada y, en general, todo aquello que muestre que la persona es un aporte positivo para la sociedad estadounidense.
Un aspecto novedoso y a la vez inquietante es que el USCIS advierte que incluso conductas que no son ilegales podrían pesar en contra del solicitante si se consideran contrarias al comportamiento cívico promedio de un buen ciudadano. Ejemplos mencionados incluyen infracciones de tránsito frecuentes y temerarias, hostigamientos o actitudes que, sin llegar a ser un crimen, se perciban como incompatibles con la responsabilidad ciudadana. Esto introduce inevitablemente un grado de subjetividad en las evaluaciones, pues queda a criterio del oficial determinar si una conducta “legal” refleja o no el buen carácter moral esperado.
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Las implicaciones de este cambio son profundas. En el camino hacia la ciudadanía, los solicitantes deberán prepararse no solo para responder sobre su pasado judicial o migratorio, sino también para demostrar de manera proactiva su aporte positivo a la comunidad. Documentos de impuestos, constancias de empleo estable, cartas de líderes comunitarios, evidencias de voluntariado o servicio, así como el cumplimiento de obligaciones familiares, se convierten en piezas clave del expediente. Al mismo tiempo, quienes hayan tenido tropiezos en el pasado tendrán que demostrar claramente que han corregido el rumbo, ya sea pagando deudas atrasadas, cumpliendo con órdenes judiciales o mostrando una rehabilitación creíble.
Este enfoque más amplio y riguroso fortalece, en la práctica, el proceso de vetting o escrutinio que el gobierno realiza sobre los solicitantes de beneficios migratorios. De aquí en adelante, quienes aspiren a la naturalización no podrán limitarse a probar que no tienen delitos, sino que deberán evidenciar con hechos que llevan una vida acorde con los estándares sociales de los Estados Unidos. En mi opinión, esto aumentará la carga de quienes buscan la ciudadanía, pero también eleva la importancia de mantener una conducta ejemplar desde mucho antes de presentar la solicitud.
Aunque el memorando se centra en la naturalización, sus efectos pueden sentirse indirectamente en otros procesos. Aquellos que solicitan la residencia, sea por ajuste de estatus dentro del país o por vía consular, deberían tomar nota: el buen carácter moral, aunque no siempre aparezca como un requisito explícito en esas categorías, está presente en la cultura de evaluación de los oficiales. Mantener la coherencia en los impuestos, el cumplimiento de las leyes, la honestidad en las aplicaciones y una vida sin sombras de fraude o conductas cuestionables es crucial para no arriesgarse a una negación.
Incluso las personas que ya cuentan con beneficios migratorios, como una residencia permanente, deben prestar atención. La revocación de ciertos beneficios o la pérdida de elegibilidad para la ciudadanía podría ocurrir si salen a la luz conductas que pongan en duda ese carácter moral que ahora se examina con lupa. En un contexto de vigilancia continua, descuidos en el cumplimiento de la ley o actitudes negligentes podrían convertirse en obstáculos serios para futuros trámites.
En definitiva, la ciudadanía americana nunca ha sido un trámite menor, pero con estas nuevas exigencias, queda claro que el gobierno quiere ciudadanos que no solo respeten la ley, sino que además encarnen, con su vida diaria, los valores de responsabilidad, servicio y contribución social. El mensaje para todo inmigrante es claro: el buen carácter moral no se improvisa al llenar una solicitud, se cultiva día a día, en cada acción, en cada decisión, en cada compromiso con la sociedad en la que se desea echar raíces para siempre.
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