Según el Consenso Interdisciplinario Transatlántico VEIN-TERM, los Trastornos Venosos Pélvicos (TEPV) o Síndrome de Congestión Pélvica (SCP) se definen como un cuadro doloroso crónico resultado de la incompetencia del plexo venoso pélvico. Comprenden la dilatación disfuncional de las venas ováricas y parauterinas, un flujo sanguíneo lento que provoca congestión de los vasos pélvicos, así como el flujo retrógrado a través de venas gonadales y pélvicas incompetentes con reflujo. Todo esto ocurre de manera secundaria a procesos de IVP, que pueden derivar finalmente en insuficiencia vulvar primaria, obstrucción del flujo de salida venoso y disfunción vasomotora mediada por hormonas. Sus manifestaciones clínicas en la pelvis incluyen sensación de malestar vulvar, dispareunia y lumbalgia, síntomas que suelen intensificarse durante la noche y que, con frecuencia, mejoran en posición supina.
En palabras simples, se trata de una condición en la cual las venas de la pelvis —útero, ovarios y vulva (abdomen bajo)— acumulan sangre en su interior y se dilatan de manera tortuosa, provocando un dolor pélvico fuerte y constante.
El cuadro clínico suele presentarse con dolor abdominopélvico que empeora tras largos periodos de pie e incrementa al final del día. También se observa dolor agudo antes o durante la ovulación y la menstruación, así como dolor o incomodidad persistente después del coito. En menor frecuencia, aparecen síntomas como sensación de pesadez perineal, percepción de masa abdominal, dolor lumbar, disuria (dolor o molestias al orinar), polaquiuria (aumento de la frecuencia urinaria), várices perineales y várices en miembros inferiores.
Por lo inespecífico de sus síntomas, esta condición suele estar infradiagnosticada. Sus consecuencias físicas y psicosexuales generan un gran impacto en la calidad de vida de la mujer, que se ve limitada por el dolor crónico que padece. Es de vital importancia que las pacientes con dolor abdominal o pélvico de más de seis meses reciban una adecuada historia clínica, examen físico y estudios de imágenes como Doppler, laparoscopia, angiotomografía o venografía pélvica. Se calcula que aproximadamente el 26% de la población femenina mundial lo padece, representando el 40% de las laparoscopias y el 12% de las histerectomías en Estados Unidos.
En la actualidad existen tratamientos clínicos y quirúrgicos. Desde el punto de vista farmacológico, es posible tratar a las pacientes con fármacos venoactivos, en particular con la fracción flavonoide purificada micronizada. Sin embargo, el procedimiento endovascular se ha consolidado como el gold standard por ser mínimamente invasivo. Este consiste en la embolización, o en algunos casos en la colocación de stents, en las venas varicosas pélvicas responsables del síndrome. La tasa de éxito para la reducción o eliminación del dolor pélvico crónico alcanza hasta un 90% a cinco años.
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