Artículo histórico
A 126 años de la muerte de Lilís: El magnicidio que marcó un antes y un después en la República Dominicana.
Por: Primitivo Gil,Director, Mercadologo, historiador y comunicador.
Este 26 de julio se conmemoran 126 años del ajusticiamiento de Ulises Heureaux, conocido popularmente como Lilís, quien fue asesinado en Moca en 1899, en un hecho que se considera uno de los más trascendentales de la historia política dominicana. Su muerte significó el fin de una dictadura caracterizada por el caudillismo, la represión, el endeudamiento externo y el uso del poder para fines personales.
¿Cómo era la República Dominicana en 1899?
La República Dominicana de finales del siglo XIX era un país rural, empobrecido y profundamente endeudado. Con una población cercana al medio millón de habitantes, su economía giraba en torno a la producción agrícola, siendo el tabaco, el café y el cacao los principales rubros de exportación, especialmente desde regiones como Cibao y la Línea Noroeste.
El país carecía de infraestructura básica: caminos intransitables, inexistencia de electricidad, servicios públicos mínimos y una gran dependencia de prestamistas extranjeros, especialmente de casas financieras europeas y estadounidenses. La mayoría de la población vivía en condiciones de precariedad, mientras una minoría cercana al poder gozaba de privilegios.
¿Quién era Lilís y por qué lo mataron?
Ulises Heureaux, de origen haitiano-dominicano, fue un líder militar y político que gobernó con mano dura en varios períodos, hasta consolidarse como dictador absoluto desde 1887 hasta su muerte en 1899. Su régimen se caracterizó por el control férreo del poder, la persecución de adversarios, el espionaje y el clientelismo político.
Lilís acumuló una enorme deuda pública para sostener su régimen, financiando proyectos faraónicos sin retorno, como el Ferrocarril Central Dominicano. Para muchos, su muerte fue inevitable: había perdido apoyo popular, se había enemistado con sectores económicos y su régimen comenzaba a desmoronarse desde adentro.
¿Quiénes lo ajusticiaron?
El magnicidio ocurrió en la ciudad de Moca, el 26 de julio de 1899, cuando Ramón Cáceres, Jacobito de Lara y otros jóvenes conspiradores lo emboscaron y le dieron muerte a tiros. El hecho fue planeado en secreto, con el apoyo de sectores empresariales, políticos y militares que estaban hastiados del autoritarismo de Lilís.
Ramón Cáceres, quien luego se convertiría en presidente de la República, era hijo del general Cáceres Michel, asesinado por orden de Lilís años antes, lo que dio a su acción un matiz de venganza personal, pero también de liberación nacional.
¿Qué se logró con su muerte?
La caída de Lilís significó el fin de una dictadura, pero no el fin del caudillismo ni de la inestabilidad política. Tras su muerte, el país entró en un período de anarquía política que culminó con la ocupación militar estadounidense en 1916. Aun así, su muerte dejó una señal clara de que el pueblo dominicano no toleraría eternamente los abusos del poder.
Se abrió paso a nuevas ideas, reformas y liderazgos. Fue una fisura en la cultura autoritaria, aunque no logró erradicarla del todo.
¿Cuáles problemas del país persistían y aún persisten hoy?
Muchos de los males que aquejaban al país en 1899 aún están presentes hoy, aunque con matices distintos y esfuerzos infructuosos para lograr su erradicación:
Corrupción e impunidad.
Desigualdad social.
Dependencia económica del exterior.
Falta de institucionalidad.
Concentración del poder político y económico.
La historia dominicana ha sido una lucha constante entre la democracia y el autoritarismo, entre el desarrollo y el atraso, entre la justicia social y el clientelismo.
Perspectivas de avances desde entonces
En comparación con 1899, la República Dominicana ha avanzado en infraestructura, alfabetización, urbanización, acceso a servicios básicos, institucionalidad electoral y apertura democrática. Pero esos avances no han sido suficientes ni equitativos.
Hoy, como ayer, la ciudadanía dominicana sigue enfrentando desafíos estructurales, aunque con mayor conciencia y herramientas democráticas para enfrentarlos. La muerte de Lilís sigue siendo una advertencia histórica sobre los peligros de la concentración de poder y un recordatorio del alto precio que se paga por la libertad.
A modo de reflexión
Conmemorar la muerte de Lilís no es solo recordar un hecho violento del pasado, sino reafirmar el compromiso con una democracia participativa, transparente y con justicia social. Hoy, 26 de julio, en Moca, el eco de aquellos disparos aún resuena como una lección viva para la historia dominicana.
Por Primitivo Gil
Periodista, director y comunicador
«Todo en el Punto Multimedia» (TPM)